martes, 23 de septiembre de 2014

Otra vez a las puertas

Ya estoy a las puertas de otra Maratón, el domingo la undécima, y las hormiguillas del estómago comienzan a impacientarse.


Cierto es que en una Maratón de montaña no se siente esa presión añadida del ansiado y asfixiante crono, pero esta es una Maratón muy corrible, y por eso mismo resultará muy dura, con 43 kilómetros y "solo" 3.300 mts. de desnivel acumulado.

Estoy contento con los entrenos, donde ha prevalecido siempre tirar de fuerza y técnica, trabajar tanto las subidas como las bajadas con ritmos fuertes y hacer fartleks en llano, sin series ni cochineros y dejando siempre algún día a la semana para la mountain bike. Semanas de entre 50 y 70 kilómetros y tiradas por la Sierra de entre 20 y 30 kilómetros deberían ser suficientes para hacer una buena carrera, luego ya sabemos que la Maratón, el tiempo que haga y, sobre todo, la estrategia adoptada nos pondrán a cada uno en su sitio.


Este es el perfil, valorando que conozco el terreno, voy a plantearme comenzar regulando y no regalar ningún esfuerzo extra antes de llegar al pico de la Silleta, en el km. 13, después si las fuerzas acompañan, espero poder mantener un ritmo sostenido hasta el km. 32 por terreno continuo de toboganes y con tres subidas muy duras. Lo ideal sería llegar con fuerza a los 10 últimos kilómetros ya que son los más favorables y donde se puede vaciar el cargador, a no ser que ya haya gastado antes todas las balas. Mi objetivo, como siempre por este orden, terminar entero, sufrir lo suficiente como para disfrutarlo después, bajar de 4h45' y luchar el podium de mi categoría.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Dios de la lluvia

Grandes nubes negras presagian tormenta cercana cuando me dispongo a salir.

Chaac, Dios maya de la lluvia
Noto como el viento arrecia cuando apenas llevo unos pasos, no hay lugar para darse la vuelta, unos minutos bastan para que la maquinaria se ajuste, ahora ya nada puede frenarme.
Llego a la trocha al mismo tiempo que las primeras gotas, me gusta la lluvia cuando no hace frío, mis zancadas abren paso a los truenos, la camiseta empapada y fría se pega al cuerpo y el viento de cara empuja mi gorra hacia atrás.
Mis latidos se aceleran y el ambiente se electrifica según aumenta la intensidad de la tormenta, tengo la impresión que llegamos a la vez al punto de retorno, a la cima.
El agua se acumula, ya no reconozco el camino recorrido hace apenas unos minutos, toca esquivar charcos, al menos los primeros, en unos minutos no será ya posible.
La cortina de agua que se desliza por la visera se ilumina al fulgor de un relámpago, aprovecho la cuesta abajo para acelerar, no es buena idea correr bajo la amenaza de una descarga.
Pronto acaba el camino y las calles me protegen, la lluvia parpadea ya cuando voy llegando, la tormenta duró lo mismo que mi entreno, el Arco Iris rinde homenaje a mi sabor a triunfo, aunque mi móvil, que sigue bajo una capa de arroz dos días después y sin visos de recuperación, creo que no opina lo mismo.

Pd. Solo para los más nostálgicos ochenteros