Existen pocas experiencias que personalmente te aporten lo que te da una Maratón. ¡¡ Que momentos!! Da igual si llegas en dos o cuatro horas, si se afronta luchando por tus objetivos, sean cuales sean, cada Maratón se convierte en inolvidable. En principio he de decir que quizás esta ha sido de las que más me ha costado afrontar, si algo tengo claro es que aparte de entrenamiento, lo más importante para correr una Maratón es querer correrla y yo hace un mes ni creía que podría ni en el fondo quería correrla, me acababa de retirar de una Media en el kilómetro diez.
Demasiado tiempo, aunque llevaba un par de meses trotando y con la bici seguía estancado en la lesión, conociendo por ser perro viejo lo que viene después del 30, mi motivación no era la óptima. Estoy seguro que si hubiera sido de las primeras no hubiera acabado, quiza ni hubiera empezado, pero hace veinte días una buena semana de entrenos me dio lo que tanto necesitaba, ganas de correr, y vaya si la he disfrutado.
Quinto año consecutivo en Sevilla, tras muchos meses parado los objetivos cambian pero el fondo es el mismo, siempre se viven momentos mágicos, buenos y malos. Ahí van los míos:
Levantarte en silencio tras un duermevela inevitable, desayunar, preparar la ropa con esmero y comprobar que el garmin se ha colgado y que me va a tocar ir sin referencias, mi táctica de ir controlando las pulsaciones se va al garete de pronto.
Acercarte al estadio al amanecer, contemplar las manadas de corredores que acuden a la llamada y saludar a mis amigos blogueros que siguen fieles y comprometidos con esta locura año tras año.
La enésima vez que escuchas a los AC/DC antes de la salida y la enésima vez que te emocionas.
La mano en la espalda a los pocos kilómetros de mi amigo Angel, como en los últimos años y al que solo veo de año en año en Sevilla.
Cruzar el puente de San Telmo y comprobar esperanzado que los siete meses parado de momento no le pasan factura a los aquiles.
Ver por el kilómetro siete como se vuela el primer globo de 3h30' delante de mí y asimilar que sin pulsómetro y sin globo, por segunda vez esta mañana me vuelvo a quedar a ciegas.
Pasar por el diez y comprobar que no se me ha olvidado correr, aunque con el catarro que llevo hace dos días, la calima y la nariz taponada, lo que parece que se me ha olvidado es respirar.
Emocionarte ante el gentío que anima, con fervor casi mariano al paso por la Macarena en el catorce, es una zona donde esperan muchos familiares por haber hoteles y no estar lejos del estadio.
Solidarizarte con los primeros lesionados, parados ya en los bordes de la carrera, animarles lo que puedes y dar gracias por no haber sido uno de ellos ( al ver a alguno me acordé de Alex).
Pasar la Media Maratón con fuerza y al ir sin crono comprobar que llevo un tiempo mucho mejor que el que creía.
Sentir la piel erizada ante las muestras de amor de algunos niños con sus carteles de apoyo a sus padres, me emocionó en especial un niño de unos cinco años corriendo y gritando con pasión a su ¡¡Mami, mami!!
Llegar al kilómetro 30 y que los aquiles sigan calladitos.
Entrar en la Plaza de España, comprobar que el del mazo sigue campando por allí y que, visto lo visto con mi floja preparación, no me lo iba a poner tan fácil como yo pensaba un par de kilómetros antes.
Darlo todo para atravesar bien los mejores kilómetros del recorrido, por el centro de Sevilla y tratar de llegar con "buena cara" hasta la Alameda de Hércules, ya en el 39, donde me esperaba mi familia.
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Por el km.39, la procesión iba por dentro |
Pasar el puente de la Barqueta sabiendo ya cumplidas dos de mis tres premisas de Maratón, que voy a llegar y que voy a hacerlo en torno a las 3h30' ( al final fueron 3h33'), falta la tercera " no ponerme a andar en ningún momento" y estoy comprometido a cumplirla aunque sea a 5'40" en esos dos últimos kilómetros.
Llegar al túnel del Estadio, entrar en esa oscuridad acogedora y fresquita (para entonces ya apretaba por momentos el calor) y ver al fondo la emocionante luz del interior y un montón de corredores ya llegados envueltos en un plástico naranja animando para esos últimos trescientos metros.
Pisar la recta final, tener la sensación que vas flotando solo hacia la pancarta y comprobar después en los vídeos que estás rodeado de decenas y decenas de corredores.
Cruzar la meta y parar de correr, si hay una sensación aún mejor que encontrar el flow corriendo es el momento de pararte después de cruzar la meta en una Maratón y pensar que ya no tienes que correr más, al menos en unos días.
Sevilla, hasta el año que viene.
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Lo menos importante, los tiempos. |